viernes, 29 de abril de 2011

LINEAMIENTOS PARA LA CERTIFICACIÓN

LINEAMIENTOS PARA CERTIFICACIÓN DE LENGUAJE Y PENSAMIENTO I


Opción I Certificación por portafolio (estudiantes inscritos en el curso presencial).
-Asistencia del 80% mínimo.
- Actividades señaladas por el docente: entrega de ejercicios, trabajos, reportes de lectura, entre otras.
-Participación en clase (a partir de las lecturas obligatorias asignadas por la profesora).

Opción 2. Certificación por trabajo final (estudiantes que no acudieron al curso de forma presencial o, que no reunieron los requisitos estipulados de la certificación por portafolio)
-Entrega de Trabajo final: Ensayo monográfico.
El trabajo final no deberá exceder las ocho cuartillas a doble espacio, con la letra tipo Arial o Times New Roman, punto 12, con una carátula que presente los puntos básicos, engrapado y en un sobre amarillo.
El trabajo deberá ser un ensayo monográfico sobre alguno de los siguientes temas: La infancia en México, Problemáticas ambientales, La relación del hombre con la ciencia y la tecnología o El Neoliberalismo en México y cumplir con las siguientes características:
- Que tenga un título original.
- Tema central.
- Estructura textual: introducción panorámica, desarrollo expositivo y explicativo, conclusión a manera de resumen.
- Utilizar al menos, cita textual, paráfrasis y resumen; para insertar las ideas tomadas de la bibliografía obligatoria.
- Propiedades textuales.
- Es necesario que cuente con marcadores textuales (cohesión), relación lógica de ideas (coherencia)
- Manejo adecuado de las voces pronominales.
- Uso correcto de signos de puntuación.
- Elementos gramaticales (verbo, adjetivo, adverbio).
- Referencia adecuada a las fuentes de información (sistema APA).

El estudiante deberá asegurarse de que se ha cuidado suficientemente la redacción y la ortografía del ensayo. Además, deberá acudir a dos revisiones previas de su texto, exclusivamente con el profesor con quien esta cursando la asignatura. Éste avalará y certificará a los alumnos asignados en sus cursos. (Para asesoría, puede acudir con cualquier docente de la academia). En caso de no haber tomado el curso durante este semestre, el estudiante deberá presentarse con algún profesor del comité asignado (Patricia Bermúdez Cruz y Emilia Negrete en el turno matutino, cubículo 409, o Pilar Rodríguez en el turno vespertino, cubículo 106 M) y seleccionar uno de los temas enlistados, con su bibliografía obligatoria.

Para la primera revisión obligatoria: el estudiante deberá presentar los resúmenes, paráfrasis o glosas de los textos leídos y su primer borrador.
Para la segunda revisión obligatoria: el estudiante deberá presentar el cuerpo del trabajo completo con los requisitos mencionados y con las correcciones que se señalaron en la primera revisión.

Las fechas obligatorias para la revisión de su trabajo son:

1a. Revisión del 16 al 20 mayo.
2º. Revisión del 23 al 25 mayo.

La bibliografía obligatoria para el tema de La infancia en México (este tema será trabajado por la profesora Patricia Bermúdez Cruz) es:
La infancia en México. Erase una vez… (2009). Proceso. Año 32, septiembre 2009. Edición especial no. 26.
El alumno (a) deberá seleccionar dos artículos de la revista que tengan un tema en común.

La bibliografía obligatoria para el tema de Problemática ambiental (este tema será trabajado por la profesora Carolina Galván Espinoza) es:

Bernache Pérez, Gerardo. Cuando la basura nos alcance. El impacto de la degradación ambiental. México, CIESAS, 2006.
Field, C Barry. Economía ambiental. Colombia, McGraw-Hill, 1997.
Morin, Edgar. Tierra patria. Buenos Aires, Nueva Visión, 2006.
Pérez de las Heras. La cumbre de Johanesburgo. España, Mundi-Prensa, 2003.
Suplemento "La jornada ecológica" en La Jornada.
Restrepo, Iván. "Artículos de opinión" en La Jornada.

Nota: los alumnos deberán elegir tres bibliografías como mínimo.

La bibliografía obligatoria para el tema de La relación del hombre con la ciencia y la tecnología
(el tema será trabajado por la profesora Emilia Negrete) es:

Dick, Philip, Una mirada a la oscuridad, Barcelona, 2002, Ediciones Minotauro.
K.Dick Philip, El informa de la minoría, incluido en Cuentos completos IV, Barcelona, 2008, Ediciones Minotauro.
Asimov Isaac, Historia y cronología de la ciencia y descubrimientos: Cómo la ciencia ha dado forma a nuestro mundo, Madrid 2007.
Gore Al, Una verdad incómoda para futuras generaciones, Madrid, 2008, Editorial Gedisa.


La bibliografía obligatoria para el tema de Neoliberalismo en México (este tema será trabajado por la profesora Pilar Rodríguez) es:

Para el marco global y para el papel del Estado mexicano:
Rodríguez Araujo, Octavio. En: Saxe-Fernández, J. A, coord. Gobalización: crítica a un paradigma. (1999). Plaza Janés/UNAM, México.
Para esclarecer sus orígenes:
Perry Anderson, Balance del neoliberalismo. En varios sitios en internet, p.e.:
http://www.geomundos.com/salud/psicosocial/balance-del-neoliberalismo-por-perry-anderson_doc_19054.html
Para historia del neoliberalismo en México:
Ávila, José Luis. La era neoliberal. (2006). UNAM/Océano, México.
Para una síntesis introductoria y divulgadora:
Fisgón. Cómo sobrevivir al neoliberalismo. (2002)Grijalbo, México.
En internet se puede consultar:
Varios. La trama del neoliberalismo. CLACSO, en: http://sala.clacso.org.ar

Nota: los alumnos deberán elegir tres bibliografías como mínimo.


DEFINICIÓN DE INDICADORES DE EVALUACIÓN

Indicadores centrales en orden de importancia:
(Son aquellos conocimientos y/o habilidades indispensables que el estudiante tiene que demostrar en su prueba para obtener la certificación)

Trabajo final escrito

Capacidad para redactar un ensayo monográfico con párrafos monotemáticos que contengan coherencia y cohesión, uso adecuado de tiempos verbales y voz pronominal, así como manejo adecuado de las fuentes de información utilizadas.

Indicadores complementarios en orden de importancia:
(Son aquellos conocimientos y/o habilidades que complementan la evaluación del estudiante)


Trabajo final escrito

Capacidad para redactar un ensayo monográfico. Empleo de los modos discursivos (descriptivo, expositivo o argumentativo). Manejo adecuado de las fuentes de información.

lunes, 31 de enero de 2011

Crisis en valores

EVALUACIÓN DIAGNÓSTICA

Instrucciones: Realiza la lectura del siguiente texto y localiza los siguientes elementos:

a) Párrafo introductorio.
b) Párrafo de tesis central.
c) Párrafos argumentativos.
d) Párrafo de cierre o conclusión.


Crisis en valores
Laura Paradell
Presidenta de la FAPAC

En los albores del sigloXXI constantemente oímos hablar de una crisis profunda en los valores personales, especialmente en referencia a los miembros más jóvenes de nuestra sociedad.
Los valores son concepciones de lo deseable que influyen las formas en que la gente evalúa eventos y elige vías de acción. En este sentido, los valores sirven de base tanto para actitudes como para conductas. La investigación psicológica y social ha prestado especial atención a los valores personales como criterios para juzgar la realidad social y para orientar las actitudes y las conductas de individuos y grupos.
En los últimos años un comentario muy extendido entre nosotros consiste en decir que buena parte de los problemas que sufre nuestra sociedad se deben a una crisis de valores y a que la familia, entendida -en un sentido amplio- como una unidad de convivencia, ha perdido este papel orientador y regulador de opiniones y conductas.
Los cambios sociales y económicos han modificado nuestros patrones de relación con los demás; también se ejerce, desde diferentes frentes, mucha presión sobre la familia como objeto de consumo; de la misma manera, la falta de tiempo dificulta una tarea que, por sí misma, encierra muchas dificultades y, sobre todo, faltan referentes y modelos en los que podernos ver reflejados. Pese a todo, los retos que la educación, y con ella la educación en valores, impone a la familia no son algo menospreciable.
La atomización de las unidades familiares se ha producido de la misma manera: la diferencia de relación entre sus miembros hace que cada uno de ellos busque su realización personal, sin que esto suponga la renuncia a un proyecto común. Pero hemos de seguir entendiendo que el núcleo familiar mantiene unas funciones que le han sido propias desde siempre, y que son muy importantes: ser un espacio de protección y acogida -sobre todo en las primeras etapas de formación-; ser un espacio donde educar las emociones y la afectividad que genere autoestima; ser un espacio de reflexión y espíritu crítico, porque educar puede significar muchas veces nadar contra corriente ( función que compartiría con otras instituciones, como, por ejemplo, la escuela); y también un lugar donde iniciar la transmisión de valores éticos, transmisión que convendría, incluso, analizarla ligada a unos elementos externos que también influyen directamente en la conceptualización y aprendizaje de pautas de conductas de nuestros hijos e hijas (medios de comunicación, escuela, amistades), que hacen que la familia no sea el único referente ético posible y el niño y el adolescente se enfrente a otras realidades que justifican modelos de estilo dominantes (es el caso de los mass media) y que pueden entrar en contradicción con lo que a la familia preconiza.
Llegados a este punto, y para ser optimista, me atrevería a afirmar que la crisis de valores de la que tanto se habla no nos ha de privar de dar un vistazo al futuro y buscar soluciones:
Primero, porque creo que lo que se ha producido no ha sido el hundimiento de nuestro mundo sino que determinados valores, que antes se daban por asumidos y explicaban conductas, ahora ya no son válidos... y hay que buscarles sustitutos.
Segundo, porque la crisis de valores no es la causa de nuestros problemas sino el reflejo de una situación que ha de cambiar, y por ello hay que buscar la complicidad de todos los agentes educativos y, por qué no, sociales.
Tercero, porque no es lo mismo enseñar valores que educar en valores y con valores. Y hay que tenerlo presente.

ACTIVIDADES

INSTRUCCIONES: Lee otra vez el texto en silencio y contesta las siguientes preguntas.

1. ¿Qué informa el párrafo introductorio?
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2. ¿Cuál es la tesis central de la autora?
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3. ¿Qué argumentos soportan la tesis central?
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4. ¿Cuáles son las soluciones que se plantean?
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5. ¿Cuál es la conclusión que se desprende de los argumentos?
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6. ¿Cuál es tu opinión con respecto al tema?. Elabora un texto argumentativo donde incluyas ejemplos del texto.
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Méndez Martínez Olga. Lenguaje y expresión I. México. Edére: 2004. pp. 165-167.

Marcadores textuales

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO
LENGUAJE Y PENSAMIENTO
MARCADORES TEXTUALES
Señalan los accidentes de la prosa: la estructura, las conexiones entre frases, la función de un fragmento, etc. Tienen forma de conjunciones, adverbios, locuciones conjuntivas o incluso sintagmas, y son útiles para ayudar al lector a comprender el texto.
PARA ESTRUCTURAR EL TEXTO. Afectan a un fragmento relativamente extenso del texto (párrafo, apartado, grupo de oraciones…). Sirven para establecer orden y relaciones significativas entre frases:
Introducir el tema del texto
El objetivo principal de
Nos proponemos exponer
Este texto trata de
Nos dirigimos a usted para
Iniciar un tema nuevo
Con respecto a en cuanto a en relación con
Por lo que se refiere a sobre acerca de
Otro punto es el siguiente punto trata de
Marcar orden
1º. En primer lugar primero primeramente de entrada
2º. En segundo lugar segundo Ante todo
3º. En tercer lugar tercero Antes que nada
4º. En cuarto lugar cuarto Para empezar
Luego
Después
además

en último lugar finalmente al final
en último término para terminar
como colofón

Distinguir
Por un lado por otro ahora bien
Por una parte por otra no obstante
En cambio sin embargo por el contrario
Continuar sobre el mismo punto
además después a continuación
luego asimismo así pues
Hacer hincapié
Es decir hay que hacer notar o sea
En otras palabras lo más importante esto es
Dicho de otra manera la idea central es en efecto
Como se ha dicho hay que destacar vale la pena decir hay que tener en cuenta

Detallar
Por ejemplo en particular como botón de muestra
En el caso de como, por ejemplo, a saber baste, como muestra, así
Resumir
En resumen brevemente recogiendo lo más importante en conjunto
Resumiendo en pocas palabras sucintamente
Recapitulando globalmente

Acabar
En conclusión para finalizar así pues
Para concluir finalmente en definitiva
Indicar tiempo
Antes al mismo tiempo después
Ahora mismo simultáneamente más tarde
Anteriormente en el mismo momento más adelante
Poco antes entonces a continuación
Acto seguido
Indicar espacio
Arriba/abajo derecha/izquierda al centro/ a los lados
Más arriba/ más abajo en medio/ en el centro dentro y fuera
Delante/detrás cerca/lejos en el interior/ en
Encima/debajo de cara/ de espaldas el exterior

Para estructurar ideas. Afectan a fragmentos más breves de texto (oraciones, frases…) y conectan las ideas entre sí en el interior de la oración. Son las conjunciones de la gramática tradicional.
Indicar causa
Porque ya que pues dado que
Visto que puesto que como considerando que
A causa de gracias a que a fuerza de teniendo en cuenta que
Por razón de por culpa de
Con motivo de
Indicar consecuencia
En consecuencia por tanto de modo que por esto
A consecuencia de así que por lo cual pues
Por consiguiente consiguientemente razón por la cual conque
Indicar condición
A condición de que siempre que con solo (que)
En caso de que siempre y cuando en caso de (que)
si con tal de (que)
Indicar finalidad
Para (que) a fin de (que) con el objetivo de
En vistas a con el fin de (que) a fin y efecto de (que)

Con miras a con la finalidad de
Indicar oposición (adversativas)
En cambio ahora bien con todo sin embargo
Antes bien por contra por el contrario de todas maneras
No obstante
Para indicar objeción (concesivas)
Aunque a pesar de (que) por más que con todo
Si bien aun+ (gerund.)



Daniel Cassany. La cocina de la escritura. España: Anagrama, 2006. 154-157.

Tipos de citas-fichas

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO
LENGUAJE Y PENSAMIENTO I
CITAS / FICHAS
FICHA TEXTUAL
En este tipo de ficha se realiza la transcripción de un párrafo que contenga una idea importante, el que se escribe entre comillas, seguido del número de la página. El investigador tiene que realizar una lectura selectiva y analítica, luego, registrar en tarjetas la información más significativa, de acuerdo con el esquema de trabajo.
Las citas textuales deben ser breves, tener unidad y presentar una sola idea. Si una parte del texto no es necesaria puede eliminarse y en su lugar se anotan tres puntos suspensivos (…).
Cuando en el párrafo citado se encuentra un error de ortografía, de construcción o de otro tipo, no se corrige sino que inmediatamente después del se anota la abreviatura SIC, que significa “así está en el original”. Cuando es necesario hacer un comentario adicional se pone entre corchetes un dato que se proporcionó antes o un añadido del investigador: “En aquella época [s. XIX] se inicia un tipo de gobierno…”.
Jairo, Claudio. Empieza el lunes otro paro técnico de 7 días en la Nissan de Aguascalientes. La Jornada. México, Octubre 1998.
(Ficha textual)
“A partir del lunes, la Nissan de Aguascalientes cerrará por una semana debido a una disminución del 90% en la exportación de automóviles a los Estados Unidos. La exportación ha disminuido de 250 vehículos a tan sólo 22, por lo que se consideró conveniente que los más de cuatro mil trabajadores dejaran de trabajar 7 días para evitar con esto el despido de los mismos.”(p.54).


FICHA DE COMENTARIO
La elaboración de comentarios requiere de una gran práctica, pues se trata de asimilar el contenido para elaborar después, ideas generales en torno a lo leído, es decir, críticas, juicios u opiniones. Este tipo de fichas es muy importante, debido a que constituye una parte fundamental en la etapa de la redacción del trabajo.

Buñuel, Luis. Los olvidados. México: producción, Ultramar Films, 1950.
Sinopsis
El Jaibo, un adolescente, escapa de la correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Junto con Pedro y otro niño, trata de asaltar a Don Carmelo. Días después, el Jaibo mata en presencia de Pedro al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran a la correccional. A partir de ese incidente, los destinos de Pedro y del Jaibo estarán trágicamente unidos.
Comentario
Luis Buñuel ha sido, sin lugar a dudas, el realizador más importante del cine de habla hispana. Su trayectoria artística-32 películas filmadas en cincuenta años de carrera- es una de las más importantes y prolíficas de la cinematografía mundial. Los olvidados es considerada la película que volvió a colocar a Buñuel en la escena internacional, el cual, luego de que su impresionante debut, fue seguido por dos décadas de relativa oscuridad. Los olvidados es, por su temática y por la naturalidad de sus actores, una película engañosamente realista. Filmada durante el apogeo de la corriente neorrealista – que propugnaba por un cine casi documental en el que los actores fuesen gente común y los escenarios fueran reales – la película fue tomada equivocadamente como una cinta semejante a Roma, ciudad abierta (1945), de Roberto Rosellini, o Ladrones de bicicletas (1947) de Vittorio de Sica. Sin embargo, el filme de Buñuel mantiene muchos de los elementos que lo convirtieron en el cineasta surrealista por excelencia. Los olvidados es un filme acerca de la fatalidad del destino.


FICHA DE SÍNTESIS
Sintetizar es una actividad que consiste en recoger las partes principales de una lectura, para obtener un todo. Mediante este proceso se exponen las ideas principales de un texto en una unidad de sentido global, es decir, que no se trata sólo de resumir, sino de retomar las ideas consideradas más importantes y expresarlas de acuerdo con un punto de vista determinado.


“Testimonial Narrative.” Literature in the Central American Revolutions. Austin: University of Texas Press, 1990.
(Síntesis)
El género testimonial ha surgido como parte de los movimientos populares en América Central. Pretende suplantar los modelos culturales de la clase dominante. Tiene sus raíces en los testimonios de la revolución cubana, la crónica colonial, el ensayo costumbrista y la novela picaresca. No obstante, una serie de factores separa el nuevo género de los antecedentes. Se examina la cuestión del editor o compilador en la creación testimonial. Se analiza el desplazamiento del género por Nicaragua, El Salvador y Guatemala, y su papel en los movimientos populares de estos países. (p. 172-211).

FICHA DE PARÁFRASIS
En este tipo de ficha, el investigador plasma los conceptos generales de un libro con sus propias palabras. Es importante tener cuidado de no distorsionar o cambiar la idea original. Debido a que la paráfrasis es una representación propia del investigador no se escribe entre comillas, pero se cita de la fuente, es decir, la ficha bibliográfica y la página.

Beverley, John, y Marc Zimmerman. “Prólogo”. Literature and the Central American Revolutioons. Austin: University of Texas Press, 1990.
La literatura (la poesía, la novelística y el testimonio) es un agente activo en el campo ideológico de las luchas de liberación nacional en Nicaragua, Guatemala y El Salvador. Aunque el analfabetismo impide que los textos escritos se conozcan a nivel nacional, la práctica literaria que da voz a los grupos marginados y a sus organizaciones constituye una unión entre dichos sectores y la intelligentsia radicalizada.


FICHA DE RESUMEN
En este tipo de ficha se realiza una recapitulación o sumario elaborado por el investigador. Este modelo se utiliza cuando la obra no es propia. Los resúmenes no se escriben entre comillas

Welker, Glenn. El indígena de Chihuahua habla con voz de muerte. Febrero, 1996 Disponible: http://www.indians.org/welker/tarainva.
(Resumen)
En el estado de Chihuahua, debido a la desnutrición han muerto 50 niños tarahumaras, 34 de ellos en el último mes. Según el doctor Carlos Nesbitt, uno de los más enterados del asunto, de 75 mil indios tarahumaras que hay en el estado, la mitad sufre de severa desnutrición mientras que 20% la sufre en algún grado.
De esos 75mil indígenas, las dos terceras partes no saben leer ni escribir. Asimismo, 92.1% de sus viviendas carece de agua potable; 96.9% no tienen drenaje y 98.7% tampoco cuenta con electricidad. En estas sierras y barrancas majestuosas las enfermedades gastrointestinales y la tuberculosis se cuelan entre los pinos y aguijonean en las casas de tablones o en las cuevas donde habitan los tarahumaras. Un factor tal vez más decisivo, ha sido el despojo sistemático de los recursos naturales de las comunidades de la región. También vinieron a saquear las compañías mineras. Devoraron miles de metros cúbicos de madera. Brindaron por un tiempo algo de dinero y mucho alcohol, para después retirarse dejando sólo cerros huecos y pulmones silicosos.

Fichas bibliográficas y hemerográficas

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

FICHAS BIBLIOGRÁFICAS Y HEMEROGRÁFICAS

Profra: Patricia Bermúdez Cruz

Ficha bibliográfica: Nos permite llevar un control de los libros que vamos utilizando a lo largo de una investigación o consulta. Debe contener los siguientes datos: Nombre del autor; título subrayado; número de edición (si la señala, sólo se anota la segunda edición); traductor, precedido de la abreviación trad.; ciudad donde se imprimio el libro; nombre de la editorial; año de la edición; número de páginas.

Ej. Gitman, Lawrence. Fundamentos de Administración Financiera. México: Harla, 1986.

Ficha hemerográfica: Contiene los datos que sirven para identificar las publicaciones periódicas, tales como revistas o diarios. Los detalles que contiene son: nombre del autor del artículo; nombre del artículo entrecomillado; nombre de la revista o periódico subrayado; número de volúmen; número de tomo con la abreviatura trad.; la ciudad donde se imprimió la publicación; fecha de publicación; sección o serie y páginas.

Ej. Jairo, Claudio. “Empieza el lunes otro paro técnico de 7 días en la Nissan de Aguascalientes”.La Jornada, 20 de Octubre de 1998; 54.

Ficha electrónica: http://www.wsu.edu/-literatura/index.html

http: tipo de conexión (hipertexto, ftp, gopher)
www.wsu.edu: sistema donde se encuentra la página.
/-literatura/: directorio
index.html: archivo de la página.

Ej. Cervantes Saavedra, Miguel de. (11 de noviembre de 1999) Don Quijote de la Mancha. 1605. Intervisa. Internet. Disponible en: http://csgrs6k4.uwaterloo.ca/quijote/caps.htm






Jurado Rojas, Yolanda. Técnicas de Investigación documental. (Manual para la elaboración de tesis, monografías, ensayos e informes académicos). México: Thomson, 2002.



EJERCICIOS

I. Ordena los siguientes datos bibliográficos:

• Quiero escribir pero me sale espuma. Plaza y Janés. Gustavo Sainz, 1997: México.
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• España: Andahazi, Federico, 1998: Las piadosas. Plaza y Janés.
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• Millenium. Horace Walpole: El castillo de Otranto, trad. Vicente Villacampa. 1998, México.
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• Loaeza, Guadalupe. Oceáno, Las niñas bien: segunda edición, 2004. México.
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• Seix Barral (Biblioteca breve), 2002: México. El perfume. Süskind, Patrick.
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• La literatura es vida. Aline Freyría Vaguié. México, Ediciones Ruz, 2003.
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• Limusa. Maqueo, Ana María. 2005: México. Ortografía.
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• Las batallas en el desierto. Era, México: 1993. José Emilio Pacheco.
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• Estos son los días. Era CONACULTA- INBA, Chimal, Alberto: México, 2004.
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• Relatos eróticos, Selección Scott, Carter. Edimat (colección Eclipse): España.

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II. Ordena los siguientes datos hemerográficos:


• Cultura Urbana. Luis Felipe González. Julio-agosto 2005, año 1, núm. 5, “Tiempos estimados”; 37-38.
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• “Acuerdo migratorio: ¿Una ambición desmedida?” Nexos. Fernández de Castro Rafael. Noviembre 2005; 29-34.
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• Universo de el búho. Juan Luis Nutte; 33-34. “El extraño mundo de los caníbales”Marzo de 2003.
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• Marzo 2004, Casa del tiempo, “La novela como reconciliación aporética con el mundo”, vol.VI, época III, núm. 62. Fernando Martínez Ramírez; 18-26.
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• La prensa. Julio-agosto 2006; año 4, núm. 16.Noé Torres, “ Hitchcock, un cineasta de imágenes”. p. 37-39.
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• “Un recorrido por la colonia Juárez”, Rosa Ma. Parcero López. Revista Fuentes Humanísticas. Año 3, núm. 5, II semestre 1992.p. 35-39.
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• Michael Massing. “Una guerra perdida que continúa”. p. 20-21. Letras libres. Septiembre 2005. año VII, número 81.
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• “Qué son los bioflavonoides y cuáles son sus beneficios para la salud”.p.8, Nutrinforme, 16 de diciembre 2002.

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• Eulalia sacristán. Muy interesante, p. 76-82. “En busca de sangre dulce”. Año XXII, núm. 9.
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• “Julio Verne: El nacimiento de un nuevo género literario”, p. 26-30, Horacio García Fernández, ¿Cómo ves?, año 8, núm. 85.

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Introducción a la lingüística (Ejercicio)

I. Instrucciones: Lee con atención el texto y contesta las siguientes preguntas:
1. Localiza tres formas de pensamiento con respecto al lenguaje.
2. Explica la diferencia entre signo y símbolo.
3. Establece la relación entre lenguaje y pensamiento de acuerdo a lo que leíste en los textos, lo señalado en clase y tu reflexión personal. Sustenta tu respuesta con ejemplos y citas textuales.

Eugenio Coseriu, (1986). Introducción a la lingüística. Madrid: Gredos, 21-67. (Biblioteca Románica Hispánica. III. Manuales, 65).
EL LENGUAJE1 Los conceptos de «signo» y «símbolo». Características del lenguaje articulado.
1.1. Hemos dicho que se puede llamar «lenguaje» cualquier sistema de signos que sirva para la intercomunicación, es decir, para comunicar ideas o estados psíquicos entre dos o más individuos. Y a menudo se llama «lenguaje» a cualquier tipo de comunicación entre seres capaces de expresión, sean ellos hombres o animales. En efecto, hechos de expresión se han comprobado también entre los animales. Así, por ejemplo, se han realizado estudios sobre el lenguaje de las abejas; y, sobre todo, los psicólogos han estudiado también otras expresiones significativas registradas en otros animales, como caballos, perros, etc. Sin embargo, los lingüistas no aceptan el lenguaje animal como objeto de la investigación lingüística, por no reconocerle las características esenciales del lenguaje humano. En efecto, al considerar las expresiones animales como lenguajes, es decir, como sistemas de signos, se atribuye a ese último término (signo) un significado muy amplio y, en parte, discutible. Lo que entendemos comúnmente por signo es un «instrumento» que está por una idea, un concepto o un sentimiento, con los cuales el signo mismo no coincide: un instrumento que evoca, en particular, un concepto en virtud de una «convención» y de acuerdo con una tradición determinada, pero que no tiene con el concepto evocado ninguna relación necesaria de causa a efecto o viceversa. Los psicólogos, y, entre ellos, en particular los behavioristas, que llaman «contexto» a cualquier conjunto de hechos que se encuentran comúnmente en una relación necesaria o, por lo menos, habitual, consideran como «signos» los hechos mismos de un «contexto», en la
1 La numeración marcada es fue tomada del texto original.
2
medida en que el presentarse de uno de ellos reclama o implica la posibilidad o necesidad de que se presente(n) también otro(s) hecho(s) perteneciente(s) al mismo «contexto». Aplicando este punto de vista al lenguaje humano, los estudiosos aludidos consideran los signos de éste (las palabras) como una especie de «estimulos» a los que corresponderían como «reacciones» determinadas imágenes. Esta concepción tiene, sin duda, sus serios fundamentos desde el punto de vista psicológico, pero no puede explicar en forma satisfactoria el salto del signo-«hecho» al signo-«sustitución» o instrumento convencional y elemento de cultura perteneciente a una determinada comunidad.
1.2. Por otra parte, aún admitiendo como justificada la analogía entre esos dos tipos de signos, podemos decir simplemente que la lingüística trata sólo del segundo tipo, es decir, sólo de los signos que tienen valor simbólico, o sea, de los que son también, aunque no exclusivamente, símbolos. Es oportuno recordar, a este propósito, la caracterización del signo lingüístico dada por el estudioso austríaco Karl Bühler en su Teoría del lenguaje [Sprachtheorie, Jena, 1934: tr. esp., Madrid, 1950]: el signo lingüístico es síntoma como expresión del hablante, es decir, en cuanto manifiesta algo acerca de quien lo produce; es señal en relación con el oyente, o sea, con su receptor; y es símbolo en relación con su significado «real», es decir, en cuanto designa a través de un concepto (o, desde el punto de vista psicológico, a través de una «imagen») algo que pertenece a una realidad que es, o por lo menos se considera, independiente tanto del hablante como del oyente. Si admitimos la validez de este concepto de signo, ya no podemos llamar propiamente «signos» a las expresiones del lenguaje animal: en efecto, el lenguaje animal corresponde, según parece, a una excitación física o fisiológica, a una reacción vital de carácter elemental y que no implica ninguna operación simbolizante. El lenguaje animal sería, por consiguiente, un pseudolenguaje, y se distinguiría fundamentalmente del lenguaje del hombre por no tener sus «signos» el valor simbólico y convencional que tienen los signos de los lenguajes humanos: los «signos» animales corresponderían más bien a las reacciones elementales que en las manifestaciones humanas son los gritos y que no constituyen propiamente expresión lingüística.
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1.3. Se ha comprobado, además, que aún los «gritos» del hombre, en su forma más elaborada, representada por las interjecciones, tienen siempre carácter convencional y tradicional, es decir, carácter de símbolos convencionalmente aceptados por una comunidad. En efecto, interjecciones fónicamente idénticas pueden manifestar cosas distintas, es decir, tener distinta significación, en distintas comunidades lingüísticas. Lo mismo cabe decir de las onomatopeyas, que en el lenguaje humano imitan o tratan de reproducir ruidos naturales o voces de animales. En efecto, está comprobado que el ser humano no reproduce nunca exactamente esos ruidos y esas voces: en la llamada «reproducción» hay siempre un aspecto simbólico y convencional, o sea, algo que pertenece a una tradición lingüística, lo cual nos revela que los sonidos naturales, más bien que reproducirse, se interpretan convencionalmente, y de manera distinta, según las distintas comunidades lingüísticas. Así, la voz del pato, para dar un solo ejemplo, se imita de modo a veces totalmente diferente en los distintos idiomas: esp. cua-cua, catal. mech-mech, fr. couin-couin, it. quac-quac, rum. mac-mac, alem. quick-quack, danés rap-rap. Como se ve, lo único que queda constante es la idea bastante vaga de un monosílabo repetido.
2.1. Queda, pues, establecido que los signos del lenguaje humano tienen siempre valor simbólico, es decir, un valor que no reside en los signos materiales como tales y al que éstos sólo se refieren. Pero, aún así, la definición del lenguaje sigue siendo demasiado amplia si queremos referirla al lenguaje que constituye el objeto propio de la lingüística. En efecto, los sistemas de signos simbólicos que la humanidad emplea son bastante numerosos: además del lenguaje articulado, se pueden considerar como «lenguajes» todos los sistemas de señalamiento (con banderitas, con señales luminosas, etc.) y cualquier otro sistema que exprese o comunique algo simbólica y convencionalmente. Esto acontece, por ejemplo, con el arte bajo todos sus aspectos, desde la música hasta la danza, con los gestos, la escritura y los varios lenguajes simbólicos convencionales, desde el «de las flores» o el de los naipes hasta el de las señales de tráfico. Sin embargo, hay que observar que muchos de estos lenguajes son «traducibles» al lenguaje articulado: es decir que sus signos se pueden traducir exactamente mediante palabras, o
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simplemente representan palabras o frases. Así, por ejemplo, la escritura, en sus aspectos más comunes, es simplemente un sistema de signos simbólicos paralelo al lenguaje articulado, ya que reproduce a éste por medio de otros signos. No toda escritura, por supuesto, ya que la escritura pictográfica, usada por muchos pueblos «primitivos», no traduce paralelamente frases y palabras; y tampoco lo hace propiamente la escritura ideográfica, por ejemplo, la de los chinos, que no representa palabras fónicas sino ideas, conceptos, y constituye por tanto un sistema en gran parte autónomo, que se puede leer «sin palabras» y se podría interpretar, no sólo en chino, sino también en cualquier otro idioma. Pero las escrituras más usuales, como la silábica y la «fonética», reproducen efectivamente, con mayor o menor exactitud, el habla articulada. Sin embargo, no es tal el caso de otros de los «lenguajes» mencionados, por ejemplo, de los sistemas internacionales de señales, de los gestos y, muy en particular, del arte, que no «se traduce» propiamente, sino que sólo puede interpretarse por medio del lenguaje hablado, con el cual, en rigor, no presenta paralelismo ninguno. Un cuadro, por ejemplo, puede ser «interpretado» de distintas maneras y en cualquier idioma o, también, por medio de otros sistemas de «símbolos»: por ejemplo, mediante otros lenguajes artísticos, como la música.
2.2. La lingüística no puede ser, por tanto, ciencia general de los «lenguajes» —que constituyen más bien el objeto de la llamada semiología—, sino que trata exclusivamente, en primer lugar, del lenguaje articulado y, en segundo lugar, de los demás sistemas que sólo reproducen a éste.
EL ACTO LINGÜÍSTICO
Su carácter de creación «inédita» y sus límites.
1. Hemos visto que, en forma concreta, no existen lenguas, sino sólo actos lingüísticos de expresión y comunicación, distintos de un individuo a otro y distintos, también, en el mismo individuo, según las circunstancias. Ningún signo lingüístico tiene exactamente la misma forma y el mismo valor (significado) para todos los individuos que lo emplean y en todos los momentos en que se emplea. En el lenguaje existe identidad entre intuición y expresión, pues cada individuo que
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habla expresa íntegramente, para sí mismo, los contenidos de su conciencia, más no existe identidad entre expresión y comunicación, entre expresión y recepción, entre la expresión de un individuo A y la intuición que la misma produce en un individuo B. Siendo siempre expresión de una intuición inédita y única, el acto lingüístico es acto de creación, acto singular que no reproduce exactamente ningún acto lingüístico anterior y que sólo por los límites que le impone la necesidad de la intercomunicación social se «parece» a actos lingüísticos anteriores, pertenecientes a la experiencia de una comunidad. Es decir que el acto lingüístico es, por su naturaleza, acto eminentemente individual, pero vinculado socialmente por su misma finalidad, que es la de «decir a otros algo acerca de algo».
2.1. El concepto de acto lingüístico —quizás el más importante de la lingüística moderna— es al mismo tiempo el más complejo y, a pesar de corresponder a la única realidad concreta del lenguaje, ha sido el último en ser alcanzado por la investigación lingüística. Desde los gramáticos griegos hasta el siglo XIX, se habló siempre y exclusivamente de lenguas, consideradas como sistemas rígidos y como «hechos» realmente existentes, a pesar de que las lenguas sólo pueden establecerse objetivamente sobre la base, y a partir, de los actos concretos de hablar. Más aún: en el sigo XIX, a consecuencia del desarrollo de las ciencias naturales y de la aplicación de sus métodos a la investigación lingüística, se llegó a considerar las lenguas como organismos naturales independientes de los individuos hablantes: se afirmó, de este modo, la idea de que las lenguas, como los organismos naturales, nacen, crecen y mueren, y la de «lenguas madres» y «lenguas hijas». Ideas, evidentemente, equivocadas, ya que las lenguas pertenecen a la categoría de las funciones sociales, de las cuales, empleando una imagen, se puede, por supuesto, decir que «mueren», pero de ninguna manera que mueren como los seres vivos. Las lenguas desaparecen porque desaparece la comunidad que las habla o porque la comunidad misma las abandona para adoptar otra lengua, pero, por lo común, «evolucionan», es decir que cambian históricamente, como todas las funciones sociales. El griego moderno, por ejemplo, es la continuación del griego antiguo, o sea que es el
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mismo griego antiguo que se ha transformado gradualmente, a lo largo de los siglos. Así, también, cuando decimos que el latín es una «lengua muerta», la expresión se justifica sólo en cuanto nos referimos, pongamos, al latín de Cicerón, o sea, a una lengua común y literaria que ya no se emplea usualmente, y en cuanto ya no llamamos «latín» a los idiomas romances, que representan su continuación, es decir, su estado actual.
2.2.1. La valoración del acto lingüístico como aspecto fundamental del lenguaje se debe, en primer lugar, a W. von Humboldt, a quien se considera, justamente, fundador de la lingüística general. En efecto, Humboldt, en la introducción a su obra sobre la lengua kawi de la isla de Java (publicada póstuma en 1836), distinguió por primera vez los dos aspectos fundamentales del lenguaje: el lenguaje como enérgeia, es decir, como continua creación de actos lingüísticos individuales, como algo dinámico que no está hecho de una vez por todas sino que se hace continuamente, y, por otra parte, el lenguaje como ergon, vale decir, como «producto» o «cosa hecha», como sistema históricamente realizado («lengua»). Con esta distinción, Humboldt dio una nueva orientación a los estudios lingüísticos; pero en su tiempo no se tuvo mucha cuenta de todo lo que ella implicaba y, durante casi todo el siglo pasado, la mayor parte de los lingüistas siguieron hablando de las lenguas como fenómenos independientes de los individuos.
2.2.2. Sólo mucho más tarde, en sus cursos de lingüística general dictados en los primeros años de nuestro siglo en la Universidad de Ginebra, el sabio suizo Ferdinand de Saussure destacó nuevamente los dos aspectos esenciales del lenguaje llamándolos, respectivamente, parole (habla, acto lingüístico) y langue (lengua). La langue constituye, según Saussure, la norma, el sistema lingüístico que se realiza en el hablar, y pertenece a la sociedad; la parole es la actividad de hablar y pertenece al individuo. Objeto de la lingüística, según el mismo estudioso, es en primer lugar el sistema, o sea, la langue; pero, por otro lado, el lingüista no puede desconocer la parole, ya que, de acuerdo con una tesis del propio Saussure, «nada existe en la lengua que no haya existido antes en el habla». Las ideas sostenidas por Saussure quedaron por un tiempo en el ambiente de sus
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alumnos de Ginebra, puesto que sólo en 1916 se publicó, póstumo, su Cours de linguistique générale, elaborado por sus discípulos Charles Bally y A. Sechehaye. Entretanto, también otros estudiosos destacaban el valor del acto lingüístico, en primer lugar el alemán Karl Vossler, quien, bajo la influencia del idealismo filosófico y muy en particular de Benedetto Croce, reaccionó contra el positivismo lingüístico y contra la consideración naturalista del lenguaje, reanudando directamente ideas de Humboldt e insistiendo en la importancia del individuo como creador de lenguaje, es decir, en el aspecto al que Humboldt había llamado enérgeia (Positivismus und Idealismus in der Sprachwissenchaft, Heidelberg, 1904 [trad. esp., Madrid-Buenos Aires, 1929]). De esta manera, dos lingüistas de formación y tendencias completamente distintas, un positivista (Saussure) y un idealista (Vossler) llegaban, por vías diversas, a establecer nuevamente la distinción entre lengua y acto lingüístico que hoy se reconoce como imprescindible.
2.2.3. Además, Vossler insistía, entre otras cosas, en la importancia de un factor hasta entonces casi ignorado por los lingüistas: en el oyente. En efecto, el acto lingüístico, por su misma finalidad, que es la de comunicar algo a alguien, implica siempre, por lo menos, dos individuos: un hablante y un oyente. Existen, por supuesto, actos lingüísticos que, en cierto sentido, se podrían considerar puramente individuales, como el monólogo o el hablar consigo mismo. Pero tales actos lingüísticos especiales sólo nos revelan que el lenguaje es un hábito, ya que, al hablar con nosotros mismos, es como si nos consideráramos desdoblados: «nos» hablamos en la lengua de nuestra comunidad, de la misma manera como comunicaríamos algo a alguien distinto de nosotros. El mismo hecho nos revela, también, que el acto lingüístico no pertenece exclusivamente al (= a un) individuo, como afirmaba Saussure, sino que es, al mismo tiempo, un hecho individual y un hecho social: hecho individual, en cuanto el individuo hablante expresa de una manera inédita una intuición inédita que le pertenece exclusivamente; y hecho social, en cuanto el individuo no crea íntegramente su expresión sino que más bien la re-crea de acuerdo con modelos anteriores, es decir que se somete necesariamente a lo que constituye norma en su comunidad y no se aleja
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demasiado de esa norma, so pena de quedar incomprendido. Es verdad que nunca se puede afirmar que una expresión de un individuo A sea perfectamente comprendida por un individuo B, oyente, o sea, que la percepción de un acto lingüístico produzca en el receptor exactamente aquella misma intuición a la que la expresión corresponde en el hablante; pero, por otro lado, tampoco se puede afirmar que haya acto lingüístico completo cuando falta totalmente la comprensión, que es la finalidad misma del hablar.
3. Queda, pues, establecido que el acto lingüístico, como acto de relación entre dos individuos por lo menos, implica necesariamente: una intuición y una expresión del individuo A y una percepción y una imagen (nueva intuición) de un individuo B. Esta complejidad del acto lingüístico refleja la complejidad misma del lenguaje y constituye, al mismo tiempo, la razón íntima del cambio lingüístico. En efecto, un acto lingüístico de nuestro individuo A se crea sobre el modelo de actos lingüísticos anteriores, pero no es nunca totalmente idéntico a éstos. Se ha comprobado que incluso un sonido tan simple como el del fonema a no se pronuncia prácticamente nunca exactamente de la misma manera por individuos distintos y ni siquiera por el mismo individuo en distintas circunstancias: lo que llamamos a es, en realidad, un conjunto de distintas realizaciones acústicas; y una realización acústica a considerada aisladamente no es sino un ejemplo de una entidad a abstracta, de lo que llamamos el fonema a, o sea, un ejemplo de una clase. Así, también, una palabra concreta perro no es sino un ejemplo de la clase del acto lingüístico perro considerado abstractamente. Es decir que el individuo crea sus actos lingüísticos sobre modelos que guarda en su memoria, esto es, re-crea actos lingüísticos anteriormente experimentados y, al re-crearlos, los modifica en cierta medida en su forma o en su contenido, o también en ambos aspectos. Esto, por lo que concierne al hablar. Por otro lado, lo que ocurre en el individuo A no se repite nunca de manera idéntica, ni como percepción ni como intuición, en el individuo B: es decir que siempre hay un margen, aunque mínimo, de incomprensión. Ello ocurre tanto por razones puramente físicas (acústicas) como por razones más importantes, debidas a las distintas situaciones en que necesariamente se encuentran los dos individuos considerados, o también a las
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distintas «convenciones» lingüísticas en que el hablante y el oyente se encuentran o se sitúan. Así, por ejemplo, los dos individuos pueden pertenecer a distintas categorías sociales o culturales, o a distintas comunidades regionales, o pueden situarse en una convención puramente «lógica», es decir, de mera comunicación simbólica «objetiva» y «neutra», sin ningún valor afectivo, o en una convención «estilística», es decir, de comunicación de sentimientos y de impulsos de voluntad, comunicación que sobrepasa la significación puramente simbólica de los signos empleados.
LA LENGUA
Criterios para su delimitación. Lengua nacional, común, literaria. Lenguas especiales. Lengua y dialecto.
1.1. El tercer concepto fundamental que la lingüística tiene que aclarar es el concepto de lengua, ya que, en efecto, la realización de la «facultad del lenguaje» propia de los hombres no ocurre de modo uniforme, sino bajo numerosísimas formas históricas que se llaman comúnmente lenguas.
1.2. Pero ¿qué quiere decir lengua? No queremos siquiera recordar el sentido morfológico (anatómico) de este término o sus numerosos sentidos figurados no concernientes al lenguaje, pues ya su empleo lingüístico, es decir, como designación de una forma del lenguaje, resulta variadísimo y nos plantea un arduo problema de definición. Se dice, por ejemplo, que tal o cual persona sabe «muchas lenguas»; pero se puede decir también: la lengua de Cervantes, la lengua de Montevideo, la lengua de Andalucía, la lengua de los marinos, la lengua española del Siglo de Oro, gramática de la lengua española, la lengua española desde los orígenes hasta nuestros días, etc., y en cada una de estas expresiones el término tiene un sentido distinto: más amplio o más limitado, en el tiempo o en el espacio.
2.1. En realidad, como vimos, el concepto general de 'lengua', o, mejor, la 'lengua en general' es una abstracción nuestra: de hecho, se comprueban sólo actos lingüísticos individuales más o menos semejantes y que, por comodidad
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metodológica, pueden considerarse idénticos. Una lengua no es, pues, sino el conjunto de los actos lingüísticos prácticamente idénticos de una comunidad de individuos, un sistema de isoglosas convencionalmente establecido, que abarca lo común de las expresiones de una comunidad, o también de un solo individuo en distintas épocas. Además de existir como conjunto de actos lingüísticos comunes concretamente expresados, la lengua existe también como conjunto de actos lingüísticos comunes virtuales: en la conciencia de cada uno de nosotros existe la lengua como sistema, como modelo, y el mismo modelo existe también, aunque no en forma totalmente idéntica, en las demás personas que pertenecen a nuestra comunidad. Así, pues, los actos lingüísticos registrados en una comunidad son sólo más o menos comunes, pero, para considerarlos desde el punto de vista científico, hacemos abstracción de los aspectos que los diferencian. Se trata de una abstracción perfectamente lícita y que se emplea en todas las ciencias que estudian fenómenos concretos: es, en esencia, análoga la abstracción que hace, por ejemplo, el botánico al estudiar el árbol, dejando a un lado todas las particularidades que pertenecen a los árboles individuales y no al árbol como clase. Resulta de lo dicho, además, que, desde el punto de vista puramente lingüístico, el límite entre las «lenguas» es convencional, como también lo es el límite entre los dialectos: depende de las isoglosas que se consideren, pues casi no isoglosas que coincidan exactamente en un determinado territorio.
2.2. La definición de la «lengua» como sistema de isoglosas justifica los varios empleos del término en los ejemplos que se han aducido más arriba. Así, por ejemplo, lengua española significa el sistema de isoglosas característico de los españoles y de todos los individuos que pertenecen a la comunidad lingüística española, es decir, cuyos actos lingüísticos son en máxima parte los comunes en España. La lengua de Montevideo es el sistema de isoglosas característico de esta ciudad, es decir, el conjunto de actos lingüísticos comunes a los montevideanos. La lengua de los marinos es el sistema de isoglosas característico del lenguaje técnico de los marinos, mientras que en la expresión gramática de la lengua española, el término lengua designa cierto sistema de isoglosas que se toma como modelo de expresión y comunicación hispánica, y en la frase la lengua
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española desde sus orígenes hasta nuestros días el mismo término designa un sistema de isoglosas considerado en su desarrollo a través del tiempo, desde un sistema A (latín) hasta un sistema B (español actual). Además, el concepto de sistema de isoglosas nos permite emplear el término lengua aun refiriéndonos a un solo individuo: por ejemplo, la lengua de Cervantes es el sistema característico de isoglosas que se puede deducir de las obras de este escritor. En cada caso se trata, pues, de un «sistema de isoglosas». Ésta es, por tanto, la definición más amplia y más exacta del término lengua.
2.3. Resulta más clara ahora la diferencia entre la lengua de los políglotos y la lengua de los lingüistas: mientras que el polígloto conoce prácticamente un determinado sistema de isoglosas, perteneciente a cierto momento histórico, al lingüista le interesan todos los sistemas de isoglosas que se pueden constituir sobre la base de un conjunto de actos lingüísticos, dentro del espacio y el tiempo, y todos los sistemas de isoglosas a que se pueden atribuir estos o aquellos actos lingüísticos. Así, por ejemplo, podemos considerar como sistema de isoglosas el habla particular de una localidad (Montevideo), o de más localidades (el español rioplatense), o de todas las formas que puede asumir el español, o de todos los idiomas neolatinos (considerados, en este caso, como formas actuales de la «lengua» latina), o de todos los idiomas indoeuropeos (considerados como formas actuales de la «lengua» indoeuropea). Desde luego, cada sistema de isoglosas abarca sólo los actos lingüísticos comunes en el conjunto considerado y, por ello, cuanto más amplio es el sistema de isoglosas considerado en el espacio o en el tiempo, tanto menor es el número de isoglosas que lo constituyen, y viceversa. Así, por ejemplo, el sistema neolatino contiene menos isoglosas que el sistema español y más que el sistema indoeuropeo. Y, a su vez, el sistema español contiene menos isoglosas que el sistema rioplatense.
3.1. Sin embargo, hay que observar que los lingüistas no hablan comúnmente de una lengua latina actual (y menos aún de una lengua indoeuropea actual) sino desde un punto de vista teórico, mientras que prácticamente hablan de lenguas neolatinas o románicas y de lenguas indoeuropeas. Esto, porque, en la delimitación usual de las «lenguas» como conjuntos identificables y autónomos de
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tradiciones del hablar (lenguas históricas o idiomas), se tienen en cuenta no sólo criterios estrictamente lingüísticos, sino también criterios históricos, políticos, culturales, etc. En efecto, es posible establecer con criterios puramente glotológicos el límite entre ciertas lenguas históricas, por ejemplo, entre el español y el vasco, ya que se trata de sistemas de isoglosas radicalmente diferentes. Pero no es igualmente fácil establecer el límite entre el español y el francés, entre el francés y el italiano, o entre el servio y el búlgaro.
3.2. Un criterio usual, en casos como éstos, es el de la intercomprensión. Este criterio vale, por ejemplo, en el caso de las lenguas románicas (aunque no de todos sus dialectos), pues, comúnmente, un español no comprende a un francés, a un italiano o a un rumano; más no vale siempre en el caso de las lenguas eslavas o germánicas (un esloveno entiende a un croata y un danés a un sueco, hablando cada uno su propio idioma), y menos aún en el caso de las lenguas semíticas, que presentan una notable homogeneidad. Y, a veces, este criterio no vale ni siquiera en el ámbito de la misma lengua histórica: así, por ejemplo, en el sistema italiano hay límite de comprensión entre ciertos dialectos, como lo hay también en el sistema alemán.
3.3. Otro criterio es el de la conciencia del hablante: determinados actos lingüísticos pertenecen a cierta lengua histórica si el hablante tiene la conciencia de hablar esa lengua, es decir, de que su habla pertenece a cierto sistema lingüístico. Es, éste, un criterio más seguro que el anterior, pero tampoco es universal, ya que hay casos en que esa conciencia falla o presenta ciertos límites. Así, por ejemplo, un campesino moldavo dirá que habla moldavo, y no rumano, y un campesino de la Macedonia yugoslava dirá que habla macedonio (o también servio, o búlgaro, según sus ideas políticas, según su instrucción, según la tradición de su familia), mientras que lingüísticamente es difícil reconocer la existencia de una «lengua moldava» y de una «lengua macedonia» como diferentes, respectivamente, del rumano y del búlgaro.
4.0. Por ello, en los trabajos de lingüística se habla a menudo no de lenguas sino de dialectos y sistemas de dialectos, y a estos últimos se les da, si se quiere,
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el nombre de lenguas, aunque sus límites no coincidan en cada caso con los límites tradicionales, o políticos, o culturales.
4.1. Un dialecto es el sistema de isoglosas de una región, delimitado sobre la base de criterios puramente convencionales (aunque objetivos), es decir, teniendo en cuenta sólo ciertos fenómenos característicos. El número de los dialectos en un sistema de dialectos («lengua») puede, por tanto, variar según lo fenómenos y las regiones que se consideren. Así, por ejemplo, en el sistema español se puede delimitar un número cualquiera de dialectos (castellano, andaluz, aragonés, etcétera), y dentro de los dialectos se pueden distinguir sistemas menores de isoglosas, llamados convencionalmente subdialectos o patois (hablas locales: toledano, cordobés, sevillano), con criterios puramente personales. Existe, sin embargo, por lo menos para los sistemas suficientemente estudiados, una división tradicional, que se acepta comúnmente por comodidad metodológica y didáctica.
4.2.1. Pero ¿cómo establecemos los límites de un sistema de dialectos? A menudo son suficientes los criterios lingüísticos. Así, por ejemplo, consideramos como portuguesas, y no españolas, las hablas en que la f inicial del latín se conserva siempre (feito, falar, fogo, frente a hecho, hablar, fuego), lat. ct se presenta comúnmente como it y no como č (escrito ch: oito, direito, frente a ocho, derecho), cl, pl latinos se presentan como š —escrito ch— y no como l' —escrito ll— (chave, chover, frente a llave, llover), en que los grupos que contienen consonantes nasales presentan una nasalización vocálica (irmão, manhã, frente a hermano, mañana), en que lat. li se presenta como l' —escrito lh— y no como kh —escrito j— (filho frente a hijo), etc.
4.2.2. Pero a veces estos criterios no son suficientes. Así, por ejemplo, no hay ningún límite lingüístico neto entre los dialectos esclavos meridionales, desde Trieste hasta el Mar Negro. Se pueden oponer los dialectos eslovenos a dialectos lejanos, como los búlgaros, pero entre los dialectos cercanos la delimitación es prácticamente imposible, ya que se pasa gradualmente de uno a otro. En casos como éste, el lingüista tiene que aceptar criterios extraglotológicos, por ejemplo, criterios políticos o culturales. En efecto, el hecho de que en cierta región (o
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estado) se emplee cierta lengua común o literaria, o nacional, nos hace considerar los varios sistemas de isoglosas de la misma región como dialectos de esa lengua común si entre los dialectos y la lengua común hay un número suficiente de isoglosas comunes, es decir, si entre esos dialectos y esa lengua común hay más semejanza intrínseca que entre los mismos y cualquier otra lengua común. Así, por ejemplo, en Francia pueden considerarse como «franceses» los dialectos neolatinos, pero no el bretón, que es céltico, ni el flamenco, que es germánico, ni el vasco, que no es siquiera indoeuropeo. En Inglaterra consideramos como ingleses los dialectos que tienen muchas isoglosas comunes con el inglés nacional y literario, pero no el gaélico escocés ni el galés, que son célticos, no germánicos.
4.2.3. Hay que advertir, sin embargo, que, lingüísticamente, los dialectos considerados no son dialectos de la lengua común sino de nombre, ya que, normalmente, no proceden de una división de esta lengua, de la que son más bien «hermanos» que «hijos». En efecto, la lengua común no es en su origen sino un dialecto como los demás, de una región o de una ciudad, pero que, por motivos políticos, históricos o culturales (literarios), ha llegado a ser lengua nacional, o sea que se usa en todo el territorio considerado como lengua superdialectal, al lado de las hablas locales. Así, el español común es, en su origen, el dialecto castellano; el francés común es el dialecto de la región Île-de-France y, en particular, de la ciudad de París; el italiano común es el dialecto toscano, y más precisamente, el florentino. A pesar de esto, al afirmarse como tal, la lengua común suele diferenciarse del dialecto del que surgió, del cual rechaza muchas veces las características demasiado locales, y se convierte en verdadera lengua nacional, por encima de todos los dialectos, a los que, por su prestigio, logra a veces eliminar por completo. Así, por ejemplo, la koiné griega (en su origen, el dialecto del Ática) eliminó con el tiempo a todos los demás dialectos griegos. En efecto, según parece, ninguno de los dialectos griegos actuales (si se excluye el tsaconio) procede de los dialectos antiguos: todos representan desarrollos de la koiné helenística. Es decir que los dialectos griegos actuales son efectivamente dialectos surgidos de una lengua común (de la antigua koiné), pero de ninguna
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manera dialectos de la actual lengua griega común y literaria, todavía en formación.
4.3.0. A veces, de una única lengua «lingüística», es decir, de un único sistema dialectal, surgen más lenguas comunes o nacionales, y otras veces a más sistemas dialectales corresponde una única lengua común. Vamos a dar algunos ejemplos de ello. Tenemos lo primero en el caso del sistema lingüístico alemán y en el del eslavo meridional; lo segundo, en España, en Francia y en Dinamarca y Noruega.
4.3.1. En efecto, lingüísticamente existe un sistema de dialectos alemanes opuesto, dentro del sistema de las lenguas germánicas, al frisón y al inglés, por un lado, y, por otro, al danés, sueco, noruego e islandés. En este sistema se distinguen dos grupos: el bajo alemán (Niederdeutsch o Plattdeutsch) y el alto alemán (Hochdeutsch). El Hochdeutsch se habla en Austria, en gran parte de Suiza y en la Alemania meridional; el Niederdeutsch, en la Alemania septentrional, en Holanda, en una parte de Bélgica y en algunas zonas de Francia (región de Calais). El alemán (y austriaco) común y literario (lo que se llama comúnmente «lengua alemana») es una forma de Hochdeutsch, mientras que en Holanda es lengua literaria y común una forma del Niederdeutsch (es decir, del mismo sistema de la Alemania septentrional) y, precisamente, un dialecto bajo franconio: la «lengua holandesa» es, por tanto, lingüísticamente, un dialecto bajo alemán que, por razones políticas y culturales, ha alcanzado el prestigio de lengua literaria y nacional. Este mismo dialecto (las diferencias no son substanciales) no ha alcanzado todavía el estado de lengua común (a pesar de ser también lengua literaria) en Bélgica y en las zonas de Francia donde se habla, y donde, además, no se llama «holandés» sino flamenco. Por otra parte, se podría decir, en cierto sentido, que incluso el inglés es, en su origen, un dialecto bajo alemán (anglosajón) trasladado a Inglaterra.
4.3.2. En Yugoslavia se distinguen lingüísticamente tres grupos dialectales eslavos: el esloveno, el servio-croata y el macedonio (que se acerca más bien al búlgaro). El «status» de cada uno de estos grupos es distinto. En Eslovenia, existe un esloveno literario y común (en lo esencial, la lengua de Lubliana), por encima
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de los muchos dialectos locales. En las regiones servias y croatas, se distinguen lingüísticamente tres dialectos: štókavo, čákavo y kájkavo), de los cuales uno (el štókavo) constituye la base de la lengua común y literaria de los servios y de los croatas, a la que, por motivos de orgullo nacional, los croatas llaman «croata» (hrvatski jezik) y los servios, «servio» (srpski jezik). Sin embargo, hay cisnas diferencias. Los croatas emplean el štókavo ijékavo, mientras que los servios emplean el štókavo ékavo. Por consiguiente, se puede decir que —por pocas diferencias fonéticas y algunas otras de vocabulario—, en el territorio servio-croata hay dos lenguas literarias: la «servia» y la «croata», surgidas, no sólo del mismo grupo dialectal, sino también del mismo dialecto. Se podrá, pues, decir que un individuo habla «servio» o «croata», y no «servio-croata», según emplee como lengua común la lengua literaria de Belgrado o la de Zagreb. Pero ¿las formas dialectales štokávicas serán servias o croatas? Para establecer esta distinción, ya no vale el criterio lingüístico (de acuerdo con éste son simplemente «servio-croatas») y hay que recurrir a la conciencia del hablante o a un criterio confesional e incluso a la escritura: se consideran croatas los católicos (y también los musulmanes), que emplean el alfabeto latino, y servios, los ortodoxos, que emplean el alfabeto cirílico. Todo esto, en lo que concierne al territorio štokávico. Se pueden, en cambio, llamar «croatas», sin temor de equivocarse, los dialectos čákavo y kájkavo, ya que las poblaciones que los hablan son casi enteramente católicas. Es decir que los croatas hablan los dialectos kájkavo, štókavo y čákavo y usan como lengua literaria el dialecto štókavo ijékavo (usado, como dialecto, también por ciertos servios, como los montenegrinos); los servios hablan el dialecto štókavo y usan como lengua literaria el dialecto štókavo ékavo de Belgrado.
4.3.3. Todavía menos definida es la posición del macedonio, que hasta hace pocos años existía sólo como grupo dialectal perteneciente, por muchos aspectos, al sistema lingüístico búlgaro. En la actualidad, sin embargo, con la constitución, en la Federación yugoslava, de una «República Macedonia», se está formando un macedonio común y literario, que, con el tiempo, podrá alcanzar prestigio de «lengua nacional». Un caso en gran parte análogo lo encontramos en
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el sistema rumano. En el rumano se distinguen cuatro grupos dialectales: daco-rumano, macedo-rumano, megleno-rumano e istro-rumano. El rumano común y literario es una forma de daco-rumano, más bien valaca (especialmente, en el aspecto fonético). Pero en la República Soviética Moldava (creada con la anexión de la Besarabia a la URSS) no se ha aceptado esta lengua común y literaria y se ha querido crear otra, sobre la base de la forma dialectal moldava. Por consiguiente, el moldavo, que desde el punto de vista lingüístico es nada más que un «subdialecto» rumano, es, o pretende ser, en la República Soviética Moldava, «lengua» literaria y nacional. Es decir que, mientras que los moldavos de la Moldavia rumana emplean como lengua común el rumano literario, los moldavos de la Unión Soviética tienen otra lengua común y literaria: una forma de su mismo patois local.
4.3.4. En Francia, si se prescinde del llamado «franco-provenzal», hay dos grupos dialectales «galorrománicos»: los dialectos del norte, o «francés» propiamente dicho, y los dialectos del sur u «occitánicos», llamados a veces «provenzales» (el término, en este caso, no es apropiado, ya que esos dialectos abarcan una zona mucho más extensa que la Provenza); grupos a los que, en la Edad Media, correspondían dos lenguas literarias o, mejor dicho, dos tipos de lenguas literarias: la langue d'oil y la langue d'oc. Actualmente, en cambio, no hay en Francia más que una sola lengua común y literaria, que es el «francés» común (lo que se llama «lengua francesa»), o sea, prácticamente, el habla de Île-de-France (francien o «fráncico»), y particularmente de la ciudad de París. Emplean esta misma lengua también los franceses meridionales, quienes, por consiguiente, tienen una lengua común que pertenece a otro sistema dialectal y no al suyo propio. Y, a pesar del renacimiento literario que el provenzal tuvo en el siglo pasado con Mistral y el Félibrige, se puede decir que, hoy, los dialectos de la langue d'oc (provenzal y dialectos afines) son sólo sistemas de hablas locales y no constituyen una «lengua». Más aún: el mismo francés se emplea como lengua común también por los bretones, que hablan dialectos célticos, por los flamencos del Pas-de-Calais, que hablan un dialecto germánico, y por los vascos de los
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Pirineos, cuyos dialectos pertenecen a un sistema de isoglosas aislado, preindoeuropeo.
4.3.5. Muy semejante a la del «provenzal» es la situación del catalán. En la Península Ibérica tenemos tres grupos dialectales neolatinos: el gallego-portugués, el español y el catalán (que se extiende también a una zona de la Francia meridional y puede ser incluido en un sistema más amplio, catalán-provenzal). En Portugal existe una sola lengua común y literaria, el portugués, correspondiente a un único sistema dialectal; en España, en cambio, el «español» (castellano) es lengua común de poblaciones que hablan dialectos pertenecientes a tres sistemas neolatinos (gallegos, españoles propiamente dichos —es decir, asturianos, leoneses, castellanos, andaluces, aragoneses, etc.—, catalanes) y a un sistema preindoeuropeo (vascos). Pero muchos catalanes emplean como lengua común y literaria el catalán. En este caso, ¿qué es el catalán? ¿Un dialecto o una lengua? Los «castellanistas» dirán que es un «dialecto español»; los «catalanistas», que es una «lengua». Desde el punto de vista puramente lingüístico, ambas afirmaciones son aceptables: el catalán es un «dialecto» (sistema regional de isoglosas) y es «español» (puesto que se habla en España); pero es también una «lengua», ya que «lengua» se llama, o se puede llamar, cualquier sistema de isoglosas. Según el criterio de la existencia de una lengua común y literaria, en cambio, el catalán histórico se encuentra en el límite entre lengua y dialecto: en los momentos en que el catalán se acepta como lengua común y literaria de las regiones catalanas, se trata de una «lengua» también en sentido histórico-cultural; en los momentos en que el catalanismo decae, en que los catalanes usan como lengua común y literaria el español (castellano), el catalán es una «lengua» sólo en el sentido puramente lingüístico, o sea, un grupo dialectal (aunque no un dialecto del sistema que se llama «español», y menos aún del español común, que es en su origen el dialecto castellano). Y se podría decir también que el catalán es una lengua para los catalanes que lo emplean como lengua y un dialecto para los que lo emplean como dialecto.
4.3.6. En Noruega, finalmente, se hablan dialectos germánicos pertenecientes a un sistema bastante unitario, al que, desde el punto de vista sólo
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lingüístico, podemos llamar «lengua noruega». Pero en el mismo territorio existen dos lenguas literarias y comunes, de las cuales una es una forma del danés. En efecto, por razones históricas (dependencia política), en Noruega se empleó por mucho tiempo, oficial y literariamente, el danés, que, poco modificado, constituye todavía la «lengua del reino» (riksmål). Pero en el último siglo se ha ido constituyendo, al lado del riksmål, una nueva lengua literaria y común, basada sobre dialectos locales: el landsmål, es decir, «lengua del país»; por consiguiente, se puede decir que, en cierto sentido, también los noruegos se encuentran en la situación de los «provenzales» y catalanes, ya que por lo menos una de sus dos lenguas comunes no pertenecen, en su origen, a su propio sistema dialectal. Y, de todos modos, lo que se llama comúnmente «lengua noruega», no coincide con lo que el noruego es desde el punto de vista puramente lingüístico.
5.1. Más difícil todavía es establecer los límites de una lengua en el tiempo. En cierto sentido, se puede decir que una lengua no surge y no desaparece en ningún momento preciso, sino que sólo se desarrolla o «evoluciona»: el latín no es, en este sentido, una «lengua muerta», pues sigue viviendo en los idiomas neolatinos, bajo formas que se llaman gallego-portugués, español, catalán, occitano, francés, italiano, reto-romance, rumano. Ha muerto, en cambio, el latín común y literario, puesto que ya no hay ninguna población que lo emplee como tal. Por ello se puede decir, convencionalmente, que el latín como tal acaba en los siglos V-VI, es decir, cuando se quiebra definitivamente la unidad de la lengua común en los países románicos. Sin embargo, hasta la formación —si no definitiva, por lo menos muy avanzada— las lenguas comunes y literarias (siglos XII-XIV), deberíamos hablar, no de lenguas románicas, sino de sistemas dialectales románicos. Pero, en el fondo, es asunto de convención y de comodidad terminológica.
5.2. En el mismo sentido se puede considerar el caso de los hablares hispanoamericanos. El argentino, por ejemplo, ¿es una lengua o un dialecto? Desde el punto de vista lingüístico, el problema es inesencial y vano, pues los dos términos son convencionales y muchas veces pueden ser sinónimos. En efecto, lingüísticamente se puede hablar de una «lengua argentina» y aún de una «lengua
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porteña»: el «argentino» es, lingüísticamente, un grupo dialectal, o una «lengua» (sistema de isoglosas), que forma parte de la lengua española común, que a su vez es una forma de la lengua española como sistema de dialectos españoles, que pertenece al sistema de isoglosas neolatino, etc. En cambio, desde el punto de vista extralingüístico, el «argentino» no existe como «lengua», ya que el español común sigue conservando su unidad; a pesar de las diferencias locales, el idioma oficial sigue siendo el español —un español casi idéntico al de España (no obstante las diferencias de pronunciación)— y los escritores argentinos continúan escribiendo en español y considerando como modelo el «español castizo». Pero el argentino podría llegar a ser una «lengua» si se alejase notablemente de la unidad española, si el Estado argentino llegase a usar como lengua oficial el habla local y si los escritores argentinos se decidiesen a escribir en «argentino» y dejasen de escribir en español general. Y es bueno observar que todo esto no tiene nada que ver con la existencia de una «raza» o de una «nacionalidad», que son conceptos, respectivamente, biológico y político, y no lingüísticos: puede existir una nacionalidad argentina sin que exista una lengua argentina, así como existe una nacionalidad suiza sin que exista una lengua suiza. Del mismo modo, existe una raza dinárica sin que exista una lengua «dinárica» y, viceversa, existe una lengua alemana sin que exista una raza alemana.
6.1. Como vemos, el significado del término lengua es muchas veces variado en el uso común y depende de varios criterios más o menos aplicables y, en último análisis, de convenciones. Por tanto, siendo el uso de este término, en el fondo o las más de las veces, convencional, será bueno precisar el sentido que se le quiere dar cada vez que se lo emplea. Así, por ejemplo, en una obra gramatical, será oportuno precisar si el término lengua quiere decir sistema de dialectos (o sea, si se trata del estudio científico de un sistema de isoglosas, con todos los eventuales sistemas menores que abarque) o simplemente lengua común o literaria (es decir, si se trata de un único sistema de isoglosas, tomado como modelo). Y, para eliminar confusiones, se podría, por ejemplo, evitar en ciertos casos el término lengua en los estudios lingüísticos, diciendo, por ejemplo, gramática española o gramática del español, si se trata de una gramática de todos
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los dialectos españoles, y gramática de la lengua española si se trata de una gramática del español común, lengua oficial, nacional y literaria. Ésta, a su vez, no sería sino una convención, que habría que justificar y precisar.
6.2.0. De todos modos, sería una convención oportuna, ya que, en la lingüística, el término lengua presenta también muchos empleos específicos, como en las expresiones: lenguas especiales, lenguas artificiales, lenguas criollas, lenguas francas, etc.
6.2.1. Se llaman lenguas especiales las hablas características de grupos sociales o profesionales, como también los lenguajes técnicos (por ejemplo, la lengua de los marinos, la lengua de los pescadores, la lengua de los estudiantes, la lengua de los ingenieros, la lengua de los obreros metalúrgicos, etc.), que existen, al lado de los dialectos y de las lenguas comunes, como formas especiales de éstas y que a menudo se llaman también argots, aunque este término se reserve por muchos para las hablas de los malhechores y, en general, para los sistemas lingüísticos empleados, en el marco de la misma lengua común, con el propósito de que resulten incomprensibles a los que no pertenecen a una determinada comunidad, o sea, como lenguas secretas.
6.2.2. Lenguas artificiales son los sistemas lingüísticos construidos por uno o más individuos, sobre la base de lenguas históricamente existentes, con el propósito de una difusión universal, es decir, como posibles instrumentos de comprensión internacional, por encima de los idiomas nacionales. Tales son, por ejemplo, el esperanto, el ido, el volapük, la interlingua, el basic english, etc.
6.2.3. Las lenguas criollas son lenguas comunes insuficientemente aprendidas por poblaciones indígenas, especialmente en territorios de colonización, y que conservan formas, palabras y construcciones de las lenguas a las que sustituyen (por ejemplo, el francés de los negros de Haití, especialmente de las clases inferiores; el portugués usado por ciertas poblaciones africanas, etc.).
6.2.4. Las lenguas francas son hablas que pueden pertenecer o no a una comunidad, como dialecto o como lengua nacional, pero que se usan por poblaciones de distintas nacionalidades y lenguas, especialmente en sus
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relaciones comerciales y en otras relaciones con extranjeros; así, por ejemplo, el suaheli, una lengua bantú, se emplea como lengua franca en el África centro-oriental; el pidgin-english (que tiene también características de lengua criolla, siendo un inglés con fonética y construcción en gran parte chinas), se emplea como lengua franca en el Asia sudoriental, etc.
6.2.5. Son, todas estas lenguas, sistemas que interesan sólo limitadamente a las lingüísticas particulares (concernientes a «familias» de lenguas) y a la lingüística histórica (ya que a menudo permanecen fuera del desarrollo normal de las lenguas, o presentan desarrollos peculiares), pero que pueden proporcionar útiles sugerencias y ejemplos a la lingüística general. De todos modos, también en estos casos vale la definición de lengua como sistema de isoglosas.
LA REALIDAD DEL LENGUAJE
Su lugar entre las actividades del hombre. Lenguaje y pensamiento. Lenguaje y afectividad. Aspecto individual y aspecto social del lenguaje. Lenguaje y cultura.
0. Para llegar a comprender las distintas posiciones que encontramos en la lingüística y en la teoría del lenguaje, tenemos que examinar brevemente algunos problemas que atañen a la esencia misma del lenguaje, problemas muy debatidos y que corresponden a otras tantas maneras de encarar el fenómeno lingüístico. En efecto, el lenguaje es un fenómeno sumamente complejo: presenta aspectos puramente físicos (sonidos) y aspectos fisiológicos, aspectos psíquicos y aspectos lógicos, aspectos individuales y aspectos sociales. Por consiguiente, según la orientación filosófica (explícita o implícita) de los lingüistas y de los teóricos del lenguaje, se destacan unos u otros aspectos, que a menudo se consideran predominantes, en perjuicio de los restantes.
1.1.1. Los lógicos que se ocupan del lenguaje y los lingüistas de orientación logicista atienden sobre todo a lo que llaman el «aspecto lógico» del lenguaje, es
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decir, al aspecto de pura comunicación simbólica de conceptos: véanse, por ejemplo, los varios estudios que a problemas lingüísticos ha dedicado Bertrand Russell. La idea fundamental de los logicistas que, en cierto sentido, corresponde a lo que encontramos ya en Humboldt, con el nombre de forma interior (innere Sprachform), pero a una «forma interior» entendida como universal, es la de una «armazón ideal primaria y a priori» que todo idioma efectivo rellenaría y revestiría de material empírico de modo distinto, obedeciendo, ya a motivos generales humanos, ya a motivos empíricos accidentales y cambiantes (Husserl). Por tanto, los lógicos atienden, en primer lugar, a un lenguaje abstracto y no al lenguaje como fenómeno histórico; se ocupan, con propósitos normativos, en el estudio de un lenguaje científicamente «útil», es decir, lo más adecuado posible para la expresión de ideas (no en el de un lenguaje concreto, del que tratan los lingüistas), y estudian sobre todo el lenguaje en relación con la realidad y con los hechos de conocimiento, y mucho menos en relación con el individuo hablante. Uno de los principales centros de interés de los logicistas es el de la concordancia entre gramática y lógica, es decir, entre la lógica del lenguaje y la lógica como tal.
1.1.2. La tendencia logicista se puede encontrar, más o menos atenuada, en la concepción de varios lingüistas, incluso en los que, por otra parte, admiten y hacen prevalecer ideas psicologistas, como Hermann Paul (Prinzipien der Sprachgeschichte [Leipzig, 1880]) o Charles Bally (Linguistique générale et linguistique française [Berna, 1932]), y es prácticamente la tendencia predominante en la gramática tradicional, que es en gran parte una gramática lógica, basada esencialmente en la idea de la correspondencia o equivalencia entre las categorías lógicas y las categorías gramaticales.
1.2. En el polo opuesto se encuentran los psicologistas, que a menudo consideran el lenguaje como conjunto de hechos puramente psíquicos. Existe toda una vasta ciencia llamada «psicología del lenguaje», cultivada por estudiosos ilustres como H. Delacroix o Karl Bühler, cuyo objeto lo constituyen todos aquellos aspectos que en el lenguaje pueden considerarse hechos psíquicos, como son imágenes, intuiciones y percepciones verbales. Los resultados alcanzados por la psicología del lenguaje son muy importantes y han contribuido notablemente al
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progreso de la lingüística. Pero hay que observar que, a veces, se va más allá de los límites de esa razonable y necesaria investigación de hechos, llegándose hasta afirmar una esencia puramente psíquico-afectiva del lenguaje y sostener que el lenguaje es, en lo esencial, mera expresión de una carga psíquica, sin relación con la expresión lógica de ideas. Se manifiesta esta tendencia también en algunos lingüistas, como Vendryes y, sobre todo, Jespersen, quien sostiene que, por lo menos en su origen, el lenguaje nada tenía que ver con la comunicación, siendo expresión del instinto de sociabilidad, manifestación de una carga psíquica, una especie de explosión sentimental, es decir, una especie de canto o de simple grito, con el cual un individuo tomaba contacto con otro individuo. Más lejos aún llega la psicología behaviorista, que, partiendo en su estudio de la conducta de ciertos· animales superiores y de ciertos hechos de expresión que entre éstos se registran, llega a querer interpretar también la actividad simbólica del hombre en un marco causalista y de «contextos» de hechos puramente psico-físicos.
2.0. Ninguna de esas dos posiciones se puede sostener hoy, a la luz de una visión realista del lenguaje y de la consideración histórica de los fenómenos lingüísticos como fenómenos sociales de cultura. Si aceptamos la definición que hemos dado del hecho concreto de hablar, es decir, del acto lingüístico, tenemos que reconocer en el lenguaje un aspecto lógico y un aspecto psíquico-afectivo, que interfieren el uno con el otro y pueden prevalecer alternativamente, pero sin llegar a la exclusión recíproca.
2.1.1. Por el mismo hecho de que hemos caracterizado el lenguaje como fenómeno que necesita por lo menos dos personas, no podemos ya desconocer el aspecto de comunicación, que puede ser comunicación de sentimientos, pero también de ideas, de conceptos, es decir, de hechos de conocimiento racional. Más aún: es indudable que el lenguaje puede considerarse como forma fundamental de nuestra actividad cognoscitiva. En efecto, nuestra experiencia de la realidad se elabora mediante las actividades racionales del conocer y del distinguir, y éstas se manifiestan en los signos lingüísticos, por medio de los cuales (a través de sus significados) nos referimos a la realidad extralingüística como a algo «sabido». Los signos lingüísticos organizan formalmente nuestro
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conocimiento de la realidad, puesto que no son elementos puramente mostrativos sino simbólicos y generalizadores, es decir que no designan individuos, experiencias aisladas, sino que significan géneros, clases, o sea, conceptos generales elaborados por la razón. Es un hecho irrefutable el de que incluso los particulares se designan en las lenguas mediante «universales» (es decir, que los nombres con que nos referimos a los individuos son nombres de clases: llamamos a un objeto particular casa, con un nombre que es el de su clase), por lo cual, en los actos concretos de hablar, efectuamos constantemente una operación lógica, que es la de afirmar implícitamente la inclusión de un individuo en su género. Por esta íntima conexión que existe entre lenguaje y conocimiento, es evidente que no es posible prescindir de la lógica en el examen del lenguaje: los signos, en cuanto símbolos, son producto de una actividad que bien puede llamarse «lógica», y sirven como instrumento para otra actividad, también «lógica».
2.1.2. Pero esto no justifica una consideración puramente logicista del lenguaje ni mucho menos la afirmación de una pretendida identidad entre categorías lógicas y categorías gramaticales. En efecto, el lenguaje no es algo que se vuelve a hacer íntegramente en cada acto concreto de hablar, sino que es también hecho tradicional, en gran parte «automatizado», puesto que la operación cognoscitiva no se repite en su totalidad cada vez que se habla, sino que los actos lingüísticos se crean sobre modelos anteriores y por analogía con actos lingüísticos semejantes, pertenecientes al mismo sistema.
Consideremos, por ejemplo, la categoría gramatical del género. Evidentemente, el género gramatical —en las lenguas en que existe— corresponde al género natural (sexo) sólo cuando se trata de personas (profesor-profesora) o, en general, de seres animados; y ni siquiera en este caso la correspondencia es constante (por ejemplo, no hay un femenino de armadillo). De todos modos, en casos parecidos, la gramática está más o menos de acuerdo con la lógica. Pero no hay ninguna razón lógica actual para decir la mesa, con un nombre de género femenino; y, en efecto, los alemanes y los rusos designan el mismo objeto mediante nombres masculinos (Tisch, stol). Probablemente, como nos enseña la lingüística indoeuropea, hubo alguna vez razones de imaginación o
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fantasía, o mitológicas, por las cuales se tenía una noción de género «natural» también en el caso de objetos no animados. Así, por ejemplo, como agudamente observa Meillet, en las lenguas indoeuropeas encontramos, como designaciones del fuego, un término más antiguo, masculino (del tipo del lat. ignis), que se remonta probablemente a una época en que el fuego se concebía como principio masculino, como fuerza viril, y otro término más reciente, neutro (del tipo del gr. pŷr), que corresponde a una concepción del fuego como fenómeno no animado. Así, también, se puede observar que el sol, concebido como fecundador de la tierra, es decir, como principio masculino, tenía en las lenguas indoeuropeas más antiguas nombres de género masculino (lat. sol, gr. hélios), mientras que la tierra, concebida como elemento generador fecundado por el sol, tenía nombres femeninos (lat. terra, gr. gê). Pero estas razones se han olvidado casi totalmente en la tradición cultural de los indoeuropeos: hoy el sol tiene nombres masculinos en los idiomas románicos (esp. port. sol, it. sole, fr. soleil, rum. soare), mientras que es femenino en alemán (die Sonne) y neutro, en los idiomas eslavos (ruso solnce, servio-cr. sunce); la luna, por el contrario, tiene nombres femeninos en los idiomas románicos y nombre masculino en alemán (der Mond). Además, si es posible hacer esta investigación por lo que concierne a unas pocas palabras, nos es imposible llegar en todos los casos a comprender la razón «lógica» originaria, si es que hubo alguna, del género gramatical. Y, por otra parte, sabemos ya que, en las lenguas, lo que importa es el modelo sobre el cual se crean los actos lingüísticos nuevos, puesto que las palabras, en un sistema lingüístico, no se presentan aisladas, sino reunidas en categorías analógicas, cuya constitución muchas veces no depende de su significado sino de aspectos puramente morfológicos. Así, por ejemplo, armadillo es de género masculino porque entra en la categoría de los substantivos en -o, que tiene generalmente este género en español, mientras que otro nombre del mismo animal, mutita, es de género femenino, porque pertenece a la categoría de los substantivos en -a; un nombre de formación relativamente reciente, como bombardeo, es de género masculino como los demás nombres en -eo, mientras que cotización, a pesar de ser del mismo tipo significativo, es femenino, por presentar una desinencia típicamente
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femenina. Pero no hay duda de que, sin que se modifique su significado, los mismos nombres cambiarían de género si cambiaran de desinencia, si, por ejemplo, se dijera bombardización y cotizamiento. Por razones análogas, en alemán, donde todos los diminutivos (que terminan en -chen y -lein) son neutros, hasta conceptos eminentemente femeninos como «señorita» y «muchacha» se nombran mediante neutros (Fräulein, Mädchen), simplemente por tratarse de diminutivos. Se deduce de todo esto que la lengua, aun reflejando evidentemente el pensamiento, no sigue sus mismas leyes, en parte por su aspecto de sistema tradicional y en parte por su aspecto afectivo, «estilístico», que es a menudo metafórico: un ejemplo como el de los versos de Goethe citados por Vossler —«Gris... es toda teoría, pero es verde el árbol dorado de la vida»— puede ser lógicamente «absurdo», pero lingüísticamente es correcto y se justifica plenamente, desde el punto de vista poético, por su carácter metafórico.
2.2.1. También la posición psicologista necesita varias correcciones. En primer lugar, por ser el lenguaje forma de un contenido cognoscitivo, constituido mediante operaciones lógicas; y en segundo lugar, por ser el lenguaje una función social. En efecto, aunque, incluso como fenómeno de conocimiento, el lenguaje puede ser interpretado psicológicamente (puesto que todo acto cognoscitivo implica un proceso psíquico), de ninguna manera se puede afirmar que el elemento constantemente predominante en el lenguaje es el factor «afectivo», con el cual la razón nada tendría que ver. Indudablemente, al hablar, expresamos también hechos afectivos; y se puede incluso admitir la existencia de una convención afectiva o «estilística», de un lenguaje «emotivo» distinto del lenguaje puramente «enunciativo». Pero también el lenguaje emotivo se expresa en símbolos que son productos de una operación lógica y produce, a su vez, símbolos que, vaciados de toda carga emotiva, pasan al lenguaje enunciativo, de pura comunicación. Por ser el lenguaje un hecho social para el cual se necesitan por lo menos dos individuos, y cuya condición primera es la comunicación, de ninguna manera podemos aceptar que esté constituido por simples manifestaciones de cargas psíquicas estrictamente individuales: aún al expresar tales «cargas», no podemos hacerlo con símbolos personales, puesto que los
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símbolos, para ser comunicables, tienen que adaptarse a una norma que resulte aceptable también para los demás individuos de nuestra comunidad, a quienes hablamos. Es condición imprescindible del lenguaje su aceptabilidad, su inteligibilidad. Podemos admitir que en su origen el lenguaje tuvo ese carácter de pura expresión afectiva, de simple «toma de contacto» motivada por el instinto de sociabilidad, como lo afirma Jespersen; pero es difícil llenar el hiato entre este «lenguaje» primitivo y el lenguaje humano propiamente dicho, ya que, justamente, lo que distingue el lenguaje humano del pseudolenguaje animal es el hecho de ser el primero comunicación simbólica basada en normas aceptadas por una comunidad: si el lenguaje fue alguna vez simple manifestación individual, simple toma de contacto, hay que decir que en aquel entonces no era todavía lenguaje, en el sentido que damos comúnmente a este término.
2.2.2. Más discutible todavía es la posición behaviorista. Sin duda, el lenguaje es también un hecho psicofísico y hay un aparato psicofísico que lo condiciona. Pero el hecho central de la actividad lingüística está situado allende el límite hasta donde la fisiología y la psicología pueden llegar, pues, consiste en la facultad eminentemente espiritual de establecer un nexo funcional entre un significante y un significado y corresponde a operaciones de la razón, como lo son el conocer y el distinguir (Pagliaro). No hay, por tanto, analogía posible entre los llamados «signos» pertenecientes a los contextos de hechos, en el plano causal, y los signos del lenguaje humano, que se encuentran en el plano de la finalidad: el nexo entre significante y significado no es ninguna relación causalmente necesaria, sino que es creación humana. Tampoco se pueden establecer analogías efectivas entre las expresiones que se registran en los animales superiores y el hablar humano, que no es sólo un expresarse a sí mismo, sino un comunicar mediante símbolos. Los animales, aún teniendo la capacidad de manifestar ciertos estados psíquicos o de tomar contacto entre sí, no hablan; es decir que en sus expresiones no hay símbolos, no hay referencia a objetos a través de conceptos, no se da, en una palabra, la capacidad de significar, que es característica sine qua non del lenguaje humano.
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3.1.1. Otro problema muy debatido es el del aspecto individual y del aspecto social del lenguaje. Y también en este caso el acentuar más o menos el uno o el otro aspecto depende de la particular concepción y de la orientación teórica de cada lingüista. Hay lingüistas que consideran como única realidad, o, por lo menos, como la única realidad científicamente estudiable, la lengua, es decir que consideran casi con exclusividad el aspecto social del lenguaje. Son, éstos, los lingüistas a los que podríamos llamar «sociologistas», cuya posición se presenta como particularmente extremista cuando se funda en doctrinas que consideran a la sociedad por encima del individuo, como, por ejemplo, el marxismo (cf. Marcel Cohen, Le langage [: structure et evolution, París, 1950]). Hay, en el polo opuesto, otros lingüistas, los idealistas, como, por ejemplo, Karl Vossler, que consideran en primer lugar, y casi con exclusividad, el aspecto individual del lenguaje, es decir, los actos lingüísticos individuales. Y hay también una posición intermedia, como la de Ferdinand de Saussure, que considera el lenguaje como fenómeno de dos faces, una individual y la otra social: el habla (parole) constituiría dominio absoluto del individuo, mientras que la lengua (langue) pertenecería a la sociedad; y entre los dos planos sólo habría relación en el sentido de que el habla deduce su material de la lengua y, por otra parte, elementos del habla entran a formar parte de la lengua («nada existe en la lengua que no haya existido antes en el habla»).
3.1.2. A esta concepción dualista, que, prácticamente, reconoce en el lenguaje dos realidades concretas, opone Otto Jespersen un punto de vista unitario, monista, ya que para él sólo existe el habla, fenómeno al mismo tiempo individual y social (creación individual condicionada y determinada socialmente), y la lengua no es sino la generalización («el plural») del habla. El hablar es, para Jespersen, actividad individual, pero al mismo tiempo es hábito social, nacido en la sociedad y determinado por ella, como los demás fenómenos llamados «sociales» (por ejemplo, la moda). Es ésta, indudablemente, la posición que más se acerca a la realidad efectiva del fenómeno lingüístico. De hecho, el acto lingüístico es un acto individual, siendo creación de un individuo y correspondiendo a una intuición personal y en cada caso inédita; pero es al mismo tiempo un acto social, es decir, determinado socialmente, puesto que los signos que empleamos no los
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inventamos «ex novo» en cada caso particular, sino que los re-creamos sobre la base de modelos aceptados por una comunidad y comprensibles dentro de esa misma comunidad.
3.1.3. De lo dicho resulta con suficiente claridad que los dos puntos de vista extremos, el sociologista y el individualista, no son irreconciliables. Más aún: cabe decir que, en los últimos años, y especialmente en Italia, la lingüística ya los ha conciliado, considerándolos igualmente necesarios e imprescindibles en una investigación que tenga en cuenta la realidad concreta del lenguaje. Es, en efecto, necesario y posible estudiar las lenguas como sistemas pertenecientes a determinadas comunidades (aspecto social), pero sin desconocer que la lengua es una abstracción científica o un objeto ideal: un sistema de isoglosas constituido sobre la base de actos lingüísticos (aspecto individual), actos de los que la lengua misma se alimenta y en los que se realiza en forma concreta.
3.2.1. Lo importante que tenemos que mantener de la posición sociologista es que el lenguaje sólo puede existir en una comunidad. Pero los límites mismos de la comunidad, como justamente observa Jespersen, son convencionales. En realidad, un individuo no pertenece a una sola comunidad, sino a un número variable de comunidades, y cambia su manera de hablar según la comunidad en que se encuentre. La comunidad puede ser el núcleo mínimo familiar, como también una comunidad profesional, una comunidad regional o nacional y, a veces, una comunidad superregional o supernacional, como, por ejemplo, en el caso del español, hablado no sólo en España, sino también en todos los países hispanoamericanos. A las distintas comunidades corresponden distintos sistemas de isoglosas y, de acuerdo con lo ya expresado, si se amplían los límites de la comunidad, disminuye proporcionalmente el número de isoglosas o actos lingüísticos comunes («lengua»). Según la comunidad en que se encuentre o se sitúe, el individuo obedece a ciertas normas, a cierta convención, que puede ser explícita, como la de cualquier comunidad profesional (tal es el caso de los lenguajes técnicos) o implícita, como en el caso de cualquier lenguaje no técnico, como, por ejemplo, el lenguaje familiar, excluyendo el caso del argot, en el que se
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da la convención, generalmente explícita, de emplear determinados signos incomprensibles para los que no pertenezcan a una determinada comunidad.
3.2.2. La comunidad, dijimos, nos impone una determinada norma, un determinado sistema; y cada hablante tiene el sentimiento de lo que constituye norma en la comunidad en que se encuentra. Pero el sentimiento del hablante puede ser también un sentimiento equivocado, es decir que puede no corresponder a la realidad objetiva, a la norma más generalmente aceptada; de aquí que el hablante pueda emplear un signo con un significado que no es el generalmente aceptado (cambio semántico), darle un aspecto fónico distinto del que tiene normalmente en la comunidad (cambio fonético), o crear un signo según un modelo distinto del que la comunidad emplea normalmente (cambio analógico).
4.1. Las varias comunidades idiomáticas deben ser consideradas también como comunidades culturales, ya que a cada una de ellas corresponde un determinado grado y un determinado patrimonio de cultura, que de algún modo se refleja infaliblemente en la lengua. El error en que caía generalmente la escuela llamada de los neogramáticos, que dominó en la lingüística en el último cuarto del siglo pasado y en los primeros decenios de nuestro siglo, era el de considerar la historia de las lenguas como independiente de la historia cultural y social de los pueblos o, por lo menos, como una historia autónoma. Ahora bien, las lenguas constituyen, hasta cierto punto, tradiciones autónomas, pero, al mismo tiempo, se hallan en una compleja red de relaciones con hechos y tradiciones de índole extralingüística. Las lenguas existen y se desarrollan, no sólo en virtud de las razones internas de su equilibrio como sistemas (relaciones estructurales), sino también, y principalmente, en relación con otros fenómenos del espíritu y sociales: la lengua está íntimamente relacionada con la vida social, con la civilización, el arte, el desarrollo del pensamiento, la política, etc.; en una palabra, con toda la vida del hombre. Por lo tanto, la lingüística actual, sobre todo por obra de V. Thomsen y P. Kretschmer, por un lado, de Vossler y de varios lingüistas italianos, por el otro (y también merced al desarrollo de las lingüísticas particulares, como la románica, que tenían mejores posibilidades y más fuentes para seguir las lenguas en su desarrollo), ha llegado a considerar la historia de la lengua como
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inseparable de la historia política y cultural, como un aspecto de la historia del espíritu o de la cultura o, más todavía, como esa misma historia del espíritu humano hecha desde el punto de vista lingüístico y sobre la base del material de investigación que ofrecen las lenguas. Lo cual significa una notable ampliación del punto de vista histórico en la lingüística, pues, como veremos, muchas veces la historia formal de los signos lingüísticos no coincide con su historia cultural: un signo que formalmente tiene un determinado origen puede tener un origen cultural completamente distinto.
4.2.1. Es, por tanto, sumamente útil estudiar la historia general de la humanidad para establecer de qué manera ha determinado o, por lo menos, condicionado los cambios lingüísticos. Pero, por otra parte, hay que advertir desde el comienzo que la historia de las lenguas no es perfectamente paralela a la historia social y cultural. En efecto, las lenguas son fenómenos mucho más complejos que las varias formas de la civilización. Así, por ejemplo, en la misma forma de civilización contemporánea, y en la misma Europa, encontramos una lengua sumamente «analítica» y casi del tipo «aislante», como el inglés, y lenguas típicamente «sintéticas», con flexión rica y compleja, como el polaco o el ruso. Esto acontece porque las lenguas tienen también una historia propia, no correspondiente a las demás secciones de la historia sociocultural o, mejor, correspondiente sólo a la historia sociocultural de una determinada comunidad, y aun esto sólo parcialmente. En nuestra forma de civilización es, por ejemplo, universalmente común el objeto casa. Pero la casa no tiene el mismo nombre en todos los idiomas. Tenemos: esp. port. it. casa, rum. casă, frente a alem. Haus, ingl. house, sueco hus, ruso, pol., checo dom, servio-cr. kuća, búlg. kăšta, alban. shtëpi, gr. spiti, etc., y cada una de esas formas se justifica exclusivamente en el sistema lingüístico a que pertenece. En general, no se puede decir otra cosa sino que, existiendo el objeto «casa», deberá haber también un término para designarlo. Esperaríamos, por lo menos, encontrar la misma palabra en lenguas pertenecientes a la misma familia, pero —así como, en la «familia» eslava, encontramos búlg., servio-cr. kăšta, kuća (en su origen, la misma palabra) frente a dom— en la «familia» de las lenguas románicas comprobamos que el francés, por
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razones pertenecientes a su historia particular (el resultado del lat. casa es en francés la preposición chez), tiene una palabra distinta de la románica general: maison, del lat. mansionem. Una institución eminentemente cultural como el teatro, observa Meillet, es característica de nuestra civilización y, dado su origen griego, nos esperaríamos encontrar para su designación, por lo menos en las lenguas europeas, formas de la misma palabra. Y, en efecto, esta palabra se presenta en todas la lenguas románicas y germánicas y en casi todas las eslavas; pero algunas lenguas eslavas expresan el mismo concepto con palabras propias, creadas con su material lingüístico particular, por razones de «purismo» lingüístico: el checo dice dívadlo y en servio-croata —o sea, en un mismo sistema lingüístico— encontramos dos palabras distintas: kazalište, en croata, y pozorište, en servio.
4.2.2. Lo importante a este respecto es, como dijimos, advertir que la historia formal de los signos muchas veces no coincide con su historia cultural y que, por consiguiente, la historia completa de un signo lingüístico no se puede hacer sino en relación con el concepto que el signo significa. Así, por ejemplo, muchas de las palabras que empleamos en las lenguas románicas, y que son formalmente de origen latino, tienen un contenido cultural que no es latino sino griego. Una palabra como magnánimo es formalmente latina, pero es culturalmente griega, porque en latín era una simple traducción del modelo griego makróthymos; caso (del lat. casus) es una traducción («calco») del gr. ptôsis, lo mismo que toda una serie de otros términos gramaticales, como genitivo, acusativo, acento, etc.; y del lat. causa, tenemos en español, por un lado, cosa (con el sentido original latino, puramente objetivo) y, por otro lado, causa, con el sentido filosófico del gr. aitía. En este mismo sentido se han hecho estudios, por ejemplo, acerca de la influencia cristiana sobre el vocabulario griego transmitido después a otros idiomas, a veces también formalmente, pero otras veces sólo culturalmente (semánticamente: es decir que se atribuyó un significado griego-cristiano a palabras autóctonas); así, por ejemplo, el significado especial que damos a la palabra virgen se debe ante todo a que fue referida por el cristianismo a la madre de Jesús.
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4.2.3. En general, la investigación cultural acerca del lenguaje no se puede hacer globalmente, para todo un sistema, sino que, al principio, hay que hacerla para cada palabra por separado, ya que cada palabra tiene su historia particular; pero luego pueden establecerse isoglosas lingüístico-culturales, que nos revelarán la medida de las influencias culturales entre las lenguas. A veces, como dijimos, la influencia cultural coincide con la formal: se toma una palabra como hecho fónico y como hecho significativo; es lo que tenemos en el español del Río de la Plata en casos como los de club, ticket o living, palabras tomadas del inglés. En general, cuando se trata de inventos nuevos o de conceptos filosóficos nuevos, de palabras nuevas pertenecientes a lenguajes técnicos, encontramos a menudo en distintos idiomas la misma palabra material, más o menos adaptada. Pero muchas veces ocurre que el concepto se presenta designado con palabras de formación análoga pero materialmente diferentes, es decir, formadas con el material propio de cada idioma; es lo que se llama calco lingüístico. Tales son, por ejemplo, el caso de magnánimo (calco sobre un modelo griego) y el de esp. ferrocarril, fr. chemin de fer, it. ferrovia, rum. cale ferată, calcos del alem. Eisenbahn (literalmente «vía de hierro»). Por otro lado, el alemán contiene una cantidad enorme de calcos latinos y neolatinos.
4.3.1. Resulta de lo dicho que el paso de un hecho lingüístico de una comunidad a otra se debe por lo común a razones eminentemente culturales. Una lengua es un hábito, una «costumbre» que se aprende por imitación; y generalmente se imita lo «mejor», lo «superior», o lo que, por lo menos, así se considera. La lengua es, en este sentido, semejante a la moda, y los fenómenos lingüísticos se difunden de manera análoga a los fenómenos de la moda. La imitación puede obedecer muchas veces a razones «estilísticas» (se considera que un signo empleado por otra comunidad es más expresivo, en general o en determinadas circunstancias), pero en todo caso actúan en ella razones de prestigio cultural, aunque de lo que llamamos «prestigio cultural», se tenga hoy un concepto muy elástico. El campesino puede imitar el lenguaje del habitante de la ciudad porque considera que es más culto o, de todos modos, «mejor» que el suyo; pero también puede ocurrir lo contrario, simplemente porque al habitante de
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la ciudad le faltan, en su propia tradición, palabras para ciertos conceptos u objetos que pertenecen al ambiente de los campesinos. Una lengua de cultura como el español ha dado al vasco un número enorme de términos abstractos y de términos que designan clases (como, por ejemplo, la palabra para designar genéricamente el «árbol»: parece que anteriormente al préstamo los vascos no tenían un término para designar el árbol como género, sino sólo términos para las distintas especies de árboles, como la encina, el haya, etc.), pero por otro lado, el español ha tomado muchas palabras de los idiomas indígenas de América, culturalmente inferiores, especialmente para designar conceptos que los españoles, al llegar al Nuevo Mundo, desconocían (nombres de animales, de plantas indígenas, etc.).
4.3.2. El niño aprende generalmente el idioma de sus padres, que le enseñan la norma dominante en su comunidad. Pero también los padres aprenden algo de los niños, sobre todo por razones «estilísticas», es decir, porque encuentran que ciertas palabras infantiles son más afectivas, más cariñosas y más adecuadas para expresar determinadas relaciones propias de la familia, lo cual explica su aceptación y difusión en todos los idiomas. Así, por ejemplo, mama y papá son en su origen términos del lenguaje infantil, mientras que madre y padre son términos de los adultos. También se incorporan al idioma los diminutivos de los nombres propios, los llamados hipocorísticos, de origen infantil, como Lola, Pepe, Paco, etc.